Mallorca (Amatriain) – 2012

Mallorca
Soledad Amatriain.

 

Isla deseada y ocupada por griegos, fenicios, cartagineses, romanos, bizantinos, vándalos y árabes.
Se ignora aún quienes fueron sus primeros pobladores, pero se sabe que desde siempre ha sido objeto de curiosidad, de intereses e inspiraciones.
Pintores, escritores, músicos y personajes de los últimos siglos la inmortalizan en sus obras: Luis Salvador de Austria-Toscana, George Sand, Chopin, Rusiñol, entre otros.
Desde el siglo XX y el boom de los barcos y luego los transatlánticos, es enclave mediterráneo de la moda del bronceado, la psicodelia y las discotecas. El turismo de masas la ocupa.
Progresivamente, una muralla de hoteles y apartamentos bordearán sus costas. Todos con “vista al mar”.
Los veraneantes consumen. Cafés y restaurantes con mozos de todas las nacionalidades, palmeras y papagayos, trenes, áreas de mini golf, piscinas y campos de deporte hacen que el turista “se sienta como en casa”.
Una cadena montañosa resguarda estas playas de los vientos del septentrión, que incluso permite disfrutar del mar en pleno invierno: la “Serra Tramuntana”.
Abunda la piedra—y de distintas calidades—en esta región. De tonos ocres destaca del blanco ibicenco o del mediterráneo andaluz. Desde tiempos remotos fue esencial y determinante para quienes construían sus moradas. La tradicional arquitectura mallorquina la retoma para sus edificaciones.
En el recuerdo queda la imagen de la isla de aquel Invierno en Mallorca de George Sand.
Más allá de las modas y del tiempo, hay algo que pervive en esta isla.
Lo describe Salvador Espriu: “Los indígenas viven sumidos en la calma, entre almendros inocentes, olivos leprosos, naranjales insignes. Por todas partes la visión o el presentimiento del mar, un mar jamás enfurecido, de un azul más bien suizo. Las horas se deslizan sin prisa sobre la piel de la isla, casi griega, casi humana: tiene incluso espina dorsal.”