El paisaje posterior a la perspectiva – Martín Virgili

El paisaje posterior a la perspectiva.
¿Por qué este retorno al paisaje, a la superficie, a los espejismos de las distancias, a los tiempos circulares, a la experiencia de deriva? ¿Qué asuntos convocan las topografías del suelo, sus accidentes, los millares de matices de lo vivo y de lo inerte que lo definen? Y además, ¿qué tenemos que aprender del paisaje? ¿Qué estética señala, qué acuerdos propicia, qué política?
Así, hay una noción de paisaje que no nos interesa y es la que atiende a la proyección de un orden visual establecido a partir de un centro que organiza las distancias y las formas. Es el paisaje de la perspectiva, aquel que pareciera tener una entrada y una salida, un allí y un aquí, un adentro y afuera. Ese paisaje-fondo, paisaje- decorado, trazado, articulado, marcado, parcelado, situado, digitalizado, mercantilizado, responde a algún tipo particular de utilidad o beneficio, que hace circular de todos modos sus características extraordinarias como una carta cerrada. En ese paisaje la mirada detesta el aburrimiento, el tiempo perdido, incluso los insectos con sus zumbidos. Contemplar en sus propios términos, es dominar.
Por el contrario, queremos acercarnos cuidadosamente a otra tipología de paisaje, aquel que venimos descubriendo en las contingencias del territorio, en las ensoñaciones de sus distancias inabarcables, en las proliferaciones de la luz en la materia que lo compone, en los recorridos inciertos de sus sonidos, en las formas de subjetividad que su estar dibuja en quien lo habita, en el efecto de borrado del orden y las categorías sobre las cosas que lo componen, en ese gesto de dejar caer la mirada de la producción en detrimento de un contemplar a la deriva, en el que uno mismo es un extraño en el conjunto de esa gran extrañeza. Estamos tentados a nombrarlo como el Paisaje posterior a la perspectiva, el cual sería conveniente pensar en términos de superficie y no de profundidad. Y lo posterior no sólo indica una redistribución de las fuerzas que lo componen o las condiciones que propician su ontología, sino un posterior que indica nuevas estrategias para habitar juntos esa superficie.
Pero con nombrarlo no basta: hace falta caminarlo, hablarlo, dibujarlo, fotografiarlo, sonarlo, pensarlo, vivirlo. El paisaje posterior a la perspectiva puede ser un concepto que funcione como un antídoto para las diversas formas de apropiación del territorio pero también puede ser un viaje hacia el oeste, a lo salvaje. “Nosotros vamos al este a comprender la historia y estudiar las obras de arte y de la literatura, rehaciendo los pasos de la raza —nos recuerda Thoreau—; al oeste, nos dirigimos como hacia el futuro, con el espíritu de iniciativa y aventura”.

 

Texto
Martín Virgili, para el ciclo Diálogos al anochecer.